Conservación de la biodiversidad post COVID-19

La pandemia por Covid-19 ha puesto a la naturaleza y la salud como prioridad en la agenda de gobiernos y empresas.

La pandemia ha hecho que prioricemos la naturaleza y la salud de nuestro planeta y la de todos sus habitantes. La agenda cambió, y por ello en 2021 se espera buscar soluciones tangibles tanto para la recuperación económica como para la lucha contra el cambio climático, que es el gran reto de esta era.

La pandemia de COVID-19 ha producido impactos sociales y económicos de gran magnitud a escala regional y mundial. Son bien conocidas las consecuencias directas de las medidas de restricción de movilidad aplicadas por los gobiernos de la región, pero no se han explorado en mayor detalle las relaciones claves de los recursos naturales con los factores precursores, la expansión de los contagios y los impactos del mismo virus. 

La relación de los recursos naturales con la pandemia del COVID-19 es muy diversa. Por un lado, son factores esenciales para el control de la crisis (alimentos, agua potable, biodiversidad y electricidad), y por otro, se ven impactados por sus consecuencias (uso de combustibles, minerales, etc.).

Las medidas de cuarentena han provocado una disminución transitoria y sostenida en el uso de los combustibles y por lo tanto en sus emisiones y contaminación asociada, así como en la explotación misma de los recursos. El COVID-19 es una enfermedad zoonótica (de transmisión de animales a humanos) pero que se ha propagado de humanos a humanos con mucha facilidad por el alto hacinamiento y conectividad de nuestra estructura social. En todos los estudios que exploran las causas de la propagación de enfermedades zoonóticas, el cambio de uso de suelo es la mayor. 

Los primeros factores son: 

  1. Cambios de uso de suelo (fragmentación y degradación de ecosistemas)
  2. Cambios en la industria alimentaria
  3. Susceptibilidad humana
  4. Conectividad internacional (viajes)
  5. Una alta diversidad de especies, característica de los ecosistemas sanos.

La evidencia apunta a que la conservación de la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos es necesaria para proteger la salud humana directa e indirectamente.